Desde las entrañas del volcán

Desde las entrañas del volcán
Blog-experimento. Espacio onírico. Utopía en proceso de construcción. Soy comunicadora audiovisual, guionista, escritora, feminista, militante de lo colectivo, artista, activista, anticapitalista y hechicera de la revolución. Colaboro con varias publicaciones y me apunto a un bombardeo. Para propuestas amorosas y proyectos contacta conmigo: garcialopez.alejandra@gmail.com

domingo, 21 de agosto de 2011

Vacaciones en el mar






Ella siempre se había sentido incómoda entre la gente que la rodeaba. La hipocresía colmaba sus almas y la pose era un modo de vida en el que parecían sentirse más que cómodos. Ella no compartía estos rasgos, sin embargo, siempre se había tenido que relacionar con esa gente entre la que no se hallaba. Esto ocurre a menudo pues uno no elige dónde nace... 

Sentía un amor profundo hacia su familia y las salidas en el barco de los amigos de su padre le importaban más bien poco, si no fuera porque tenía que escuchar aquellas conversaciones…

Hacía un día maravilloso. El sol brillaba en lo alto y sus rayos penetraban en el mar que emitía destellos como si se pusiera contento, cada mañana, al verlo. La brisa era suave y agradable, y el viento zarandeaba las velas provocando un silbido peculiar. Ella estaba concentrada en esos pequeños detalles que pasaban desapercibidos ante los ojos de cualquiera de los comensales, excepto para su padre que también contemplaba las velas contonearse al ritmo de las olas. 

Sonrió complacida al verle, pues sabía que había alguien más en aquella cubierta que valoraba las cosas que eran realmente muy importantes. De pronto, una voz interrumpió su trance. Todo el mundo parecía estar interesado en saber cuándo se echaría un novio…ella pensaba que aquella pregunta era una estupidez, pues   ocurriría cuando tuviera que ocurrir, cuando el amor fuera de verdad y no como el de la mayoría de la gente, un contrato de comodidades y conveniencias varias. Salió del paso con una respuesta educada y sutil, aunque  nada inocente...

Tan sólo dos cosas le ayudaban a soportar aquellas eternas veladas en el barco, el vino y el mar. Se dirigió a la popa del barco y observó concentrada la estela que dejaba como rastro.

Siempre se había sentido atraída por el mar y sus prodigios naturales. Desde pequeña acostumbraba a bucear agarrada del pie de su padre que le guiaba. Él le había descubierto toda clase de peces y moluscos que en las profundidades marinas habitaban.  Entonces comenzó a divagar acerca de lo cómoda que se sentiría allí abajo. Siempre se había sentido como una de esas criaturas abisales que viven en la oscuridad y que poseen una belleza peculiar a pesar de su excentricidad.

El mar y sus misterios siempre le habían parecido la mayor fuente de creatividad que existe y que nadie había imaginado. Nunca había observado bajo el mismo techo tal número de formas, colores y estampados sin igual. Cuando era niña,  acostumbraba a pensar que  dios era un artista por haber creado todo eso, ahora en cambio, a sus 26 años de edad, se había dado cuenta de que la verdadera artista era la madre tierra. La creación misma personificada, con toda su belleza y esplendor,  se encontraba en aquellos fondos.

Terminó su copa de vino y supo que quería más. Se acercó a la mesa con una sonrisa y se percató de que le estaban hablando pero ella solo escuchaba el susurro del mar. Rellenó su copa y volvió a la popa en la que se encontraba más a gusto que en ningún otro lugar. Siguió bebiendo e imaginando lo bien que se debía vivir allí debajo, con techo de agua y  suelo de coral.

Tres copas después le pareció escuchar un canto de sirena y una mujer desde las profundidades comenzó a llamarla. Atraída por aquellos murmullos, se inclinó para escucharlos atentamente y se dejó arrastrar por la fuerza de la gravedad.

No sentía miedo, todo lo contrario,  se había mimetizado con las olas,  convirtiéndose ella misma en fluido marino.  Un sinfín de peces de colores se acercaron a ella, arropándola y acariciándola,  cual abrazo de la misma Tetis, una ninfa del mar. Ella se sentía plena y llena de gozo y de allí no quería salir nunca más. Dejó que su peso la llevara hasta tocar el fondo y comenzó a reflexionar al ver la cantidad de especies que  vivían en calma, felices, queriéndose hasta la eternidad. Se preguntó porqué los humanos no podían ser como los animales y vivir el momento, amando de verdad.

Un pececillo azul con lunares amarillos se acercó a darle besos por todo el cuerpo como si su piel quisiera hacer brillar. Tan sólo a unos milímetros de su rostro, se miraron durante varios segundos. Una boca grande como su cabeza apareció de la nada y engulló a aquella criatura del mar.  Así  la joven comprendió por qué los animales podían vivir el día a día sin poses, ni represiones. La ley de la naturaleza les impedía perder el tiempo en cosas insustanciales. La vida era demasiado corta, bella e intensa como para desperdiciarla ni un sólo segundo.

Conmovida por aquel pez y su existencia fugaz, comenzó a percatarse del error que había cometido. Todos queremos vivir una vida exenta de sufrimiento y  preocupaciones, pero si nos pasamos los días abrumados por estos inconvenientes no dejaremos espacio en nuestra pisque para el placer y el gozo. Para ser felices de verdad.  ¿Qué más daba que, en ocasiones, tuviera que juntarse con personas que no valoraban como ella los pequeños detalles, si ella misma los valoraba?,¿Que importaba que el mundo fuera, en ocasiones, injusto si el resto de los días era tan bello que llegaba a conmover?.


Entonces pensó en su padre, esa persona que todo se lo había dado,  que todo se lo había enseñado y quiso salir del agua.  Pero ella misma ya era agua y su cuerpo inundado pesaba demasiado para salir a la superficie. Estaba agotada, sus brazos y piernas,  no parecían responder a lo que su corazón le dictaba. Quiero vivir gritaba en el silencio de las profundidades del mar, quiero vivir, gritaba sin parar.

De pronto, de una gruta comenzaron a salir burbujas. Tras aquella cortina de aire en esferas pareció dibujarse la sombra de una gran almeja rosada que abría y cerraba su concha intentando que la joven respirara. Esforzándose en absorber el oxígeno que aquella concha le proporcionaba, una mano le agarró del brazo y en unos segundos estaba de nuevo en la superficie. Una gran bocanada de aire dio de nuevo vida a aquel cuerpo lleno de agua y cuando abrió los ojos vio a su padre que la reanimaba.  Cuando la subieron a cubierta su padre le explicó lo que había pasado, te ha dado un golpe de calor y te has caído al agua cariño, pero ya pasó.


Ella se entristeció porque sabía lo que había pasado. No había sido un accidente, sino un impulso de muerte lo que le había arrastrado hasta el fondo del mar. Pero prefirió no decir nada porque se juró a sí misma que nunca volvería a pasar. Entonces abrazó a su padre y le pidió que la sacara de allí. Desde ese día nunca más sintió a Tánatos, sino a un Eros rebosante de energía vital. Así, desde entonces, exprimiendo el día a día y disfrutando del esplendor que la vida proporciona, encontró el amor y la verdadera felicidad.


Fin

No hay comentarios:

Publicar un comentario