Desde las entrañas del volcán

Desde las entrañas del volcán
Blog-experimento. Espacio onírico. Utopía en proceso de construcción. Soy comunicadora audiovisual, guionista, escritora, feminista, militante de lo colectivo, artista, activista, anticapitalista y hechicera de la revolución. Colaboro con varias publicaciones y me apunto a un bombardeo. Para propuestas amorosas y proyectos contacta conmigo: garcialopez.alejandra@gmail.com

lunes, 29 de agosto de 2011

La pérdida es la búsqueda, la búsqueda el encuentro


Mati Klarwein, Nativity

La joven se halló inmersa en un universo desconocido. Estaba acostumbrada, desde pequeña, a disfrutar de los placeres que la vida y los sentidos le proporcionaban, cuando un día, de pronto, dejó de entusiasmarse por lo que le rodeaba.

Se encontró perdida. Sumergida en una esfera de hastío emocional en la que nada de lo que veía o sentía le proporcionaba gozo alguno. En ese periodo de oscuridad por el que vagaba, con pesimismo existencial dejó de confiar en los humanos, en si misma y en la belleza de las cosas.

Inmersa en la espiral infernal comenzó un viaje de búsqueda sin saber bien a dónde se dirigía. Cuando el corazón está perdido en la niebla, y la vista no alcanza a ver con claridad, la vida, de pronto, carece de sentido. Cuando nada te conmueve y todo resulta indiferente el deseo de conocer, el que mueve a la vida, desaparece y llega la desesperación.

Así la joven corrió, huyendo de la ciudad llena de estímulos y vacía de contenido. Y llegó al bosque misterioso, siniestro, oscuro, impenetrable, arrastrada por un impulso, no sabía aún si de vida o de muerte. Se quedó paralizada al encontrarse ante aquella masa de árboles enormes, frondosos, todos diferentes pero iguales al mismo tiempo, naciendo de la lava negra que se había asentado abrupta, casi inaccesible, en las faldas del volcán.

Se había perdido, pero no sintió temor al encontrarse con aquella fértil oscuridad. Miro hacia atrás, por dónde había venido y no encontró nada, miró hacia el frente y contempló aquel bosque. Se sentó a pensar y cogió una piedra. La tocaba concentrada y valoró las dos direcciones intentando descubrir hacia dónde le llevaba su instinto.

Se dio cuenta de algo que estaba claro. El camino por el que había venido era el camino del desconocimiento de aquello que le frustraba y le sumergía en el dolor. El bosque resultaba algo lúgubre pero los lugares solitarios y misteriosos siempre le habían causado curiosidad. Esa misma curiosidad que había dejado de sentir hacía tiempo fue la que le impulsó a entrar en aquella selva en la que siempre era de noche.

Cuando penetró en la espesura un escalofrío recorrió su cuerpo, pero le pareció reconfortante. Escuchaba la voz de la noche y los susurros de aquellos árboles milenarios. Lo que tenían que decirle, sólo ella lo podía descifrar, cuando al mirar hacia sus adentros tuviera el valor de enfrentarse a la verdad. Los rugidos de aquellos troncos parecían entonar una melodía ritual. Todos ellos a tres voces, cantaban acompañados del ruidos de las hojas y las ramas al chocar, aplaudiendo a la noche y a la tierra que les había reservado aquel sombrío lugar.

Tan cómoda se hallaba que no se dio cuenta de cuanto estaba penetrando en el bosque, cuando se percató de que a su alrededor ya no había nada, más que oscuridad. No sabía a dónde dirigirse y decidió esperar a que su corazón le dictara lo que debía hacer. De pronto, el reclamo de las lechuzas llamó su atención, y siguiendo los chillidos de las rapaces nocturnas llegó a la gruta en cuya entrada se encontraban. Todas ellas elegantes y rebosantes de sabiduría la miraban vacilantes como si analizaran si era digna de penetrar en la gruta. La joven sintió un temor incontrolable que hacia que sus piernas temblaran. 

La gruta era profunda e irregular, alta y estrecha como si fuera el acceso mismo al centro de la tierra, a las entrañas del volcán.

Tras invadir el horror su cuerpo y su mente,pareció relajarse y de esa forma consiguió dominarse. Fue en ese momento cuando todas las lechuzas volaron y cogieron piedras del suelo para hacer un camino que llegaba hasta la entrada de la cueva. Comprendió cual debía ser su dirección. Más tarde se alegró al adivinar que si estaba atenta, todo lo que le rodeaba parecía hablarle, dándole pistas del camino que debía tomar. Es el lenguaje de la madre pensó y llena de deseo en la cueva se adentró.

Avanzó unos metros y un brillo cegador descubrió al final, que parecía estar muy lejos, a kilómetros de distancia de la entrada. A medida que fue avanzando un murmullo insólito, similar a un zumbido de abejas, parecía provenir de aquella luz cada vez más brillante.

A medida que andaba resultaba imposible abrir los ojos y el zumbido se hacía más fuerte, aunque aún indescifrable. Así anduvo un día y una noche, sin que ella misma lo supiera, hasta que el zumbido se convirtió en una voz femenina y estimulante que le decía que llegara hasta el final.

Sus manos cubrían sus ojos, pero de pronto la luz que se colaba por sus dedos se volvió más tenue. Se destapó y vio una laguna de agua azul verdosa que desprendía destellos nacarados. Era lo más bello que había visto nunca y su cuerpo y su mente se llenaron de gozo. Se acercó hasta el borde, se inclinó para tocar el agua y encontró aquello que llevaba tiempo buscando. Vio su imagen reflejada y comprendió que era a sí misma a quién buscaba.

Continuará...


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