Tras cerrar la puerta, la joven le
observó marcharse a través de la mirilla. Su respiración aún estaba agitada y su sangre trataba de
recuperar su temperatura habitual, cuando ella aún no comprendía completamente
lo que acababa de pasar.
Volvió a la habitación en la que
el intercambio de fluidos se había producido. Contempló las sábanas, aún
humeantes y revueltas. Y las velas a punto de consumirse esparciendo su cera
sobre la mesa. La joven quedó
pensativa contemplando aquel extraño suceso. Lo que una vez había sido sólido,
se fundía con el calor y se tornaba líquido, convirtiéndose en otro
elemento. Así salió de su
ensimismamiento cuando el vinilo se paró. Desprendiendo ese particular sonido que
parecía predecir que ya había vivido con él todo lo que podía haber sido. Esa sensación vino acompañada de un
escalofrío, que culminó cuando contempló en el espejo su rostro sombrío. Los
arañazos de su piel empezaban a desdibujarse y el olor a sexo, que inundaba la
estancia, empezaba a evaporarse.
¿Qué es lo que marca el fin de una relación?, pensó.
Cuando
el brillo de lo invisible desaparece, el fin se presenta como suceso
inexorable. Por un momento la invadió el miedo, recordando los incontables momentos
felices que con él había compartido.
Su respiración acaba de normalizarse cuando se volvió a agitar, pensando
en que ya
no se meterían juntos en la cama. No entrelazarían sus piernas. No sentiría esa
incertidumbre, llena de agradable ingenuidad, al esperar un momento apasionado.
Ni sentiría el ambiente caldeándose antes de que se produjera. No habría más
excitación pensando en él. Tampoco más cosquilleos profundos y placenteros que
la recorrían internamente cuando se besaban. Ni existirían más devorarse
mutuamente. Tampoco más marcas en su cuerpo que llevaban su firma. Ni escalofríos
de placer al contemplarlas al día siguiente. No habría más mirarle mientras
dormía. Ni despertares llenos de ternura, con sus cabezas pegadas y sus almas
unidas. No habría más sincronía en sus respiraciones cuando estuvieran bajo un
mismo edredón. Ni la plenitud y la paz de sentirse cosida a él por un hilo
invisible. Ya no había esperanza en que pudieran compartir sus vidas de un modo
completo y ser muy felices por ello…
Ahora ella volvía
a estar sola. Le invadía una
profunda melancolía y, de pronto, los pilares de su vida se habían derruido.
Había entregado su vida al amor y éste la había sorprendido. Con un resultado no esperado, sus sueños había ahogado. Fue
hasta la mesa para coger unas tijeras y rajó con ellas la piel de su pierna. No
pudo evitar emitir un alarido de dolor. Pero no era la herida, de la que emanaba
sangre a borbotones, lo que le dolía. Le dolía el corazón. En esos instantes, de
descenso a los infiernos, tuvo una revelación.
¿Qué es lo que marca el fin de
una relación?.
El principio de una nueva, comprendió. Una nueva relación con ella misma y con el mundo. Una nueva
etapa en su vida, en la que volvería a encontrar el amor. ¿Por qué no?.