Desde las entrañas del volcán

Desde las entrañas del volcán
Blog-experimento. Espacio onírico. Utopía en proceso de construcción. Soy comunicadora audiovisual, guionista, escritora, feminista, militante de lo colectivo, artista, activista, anticapitalista y hechicera de la revolución. Colaboro con varias publicaciones y me apunto a un bombardeo. Para propuestas amorosas y proyectos contacta conmigo: garcialopez.alejandra@gmail.com

martes, 13 de marzo de 2012

Sueños



Anoche soñé con tu tierra. Danzábamos desnudos por los alrededores del río, nos bañábamos, corríamos. Era mágico. 

Todo estaba florido y con colores muy vivos. La brisa movía las hojas de los árboles emitiendo ése sonido tan característico y nos arropaba suave y cálida. El agua brillaba por los rayos del sol que se reflejaban. Era de día y de noche al mismo tiempo. La luna nos miraba y los planetas se alineaban en nuestro honor.

Convertidos en el uno, tu y yo y todo lo vivo que hay en la tierra comulgamos en el acto mágico. Olía a primavera. Los pájaros cantaban entonando una alegre sinfonía y tú te reías muchísimo. 

Éramos felices. Éramos libres. A decir verdad ahora que lo recuerdo y por las emociones sensoriales que experimentaba, por la nitidez y el brillo de las cosas, parecía un sueño, pero no lo era…

Era así en realidad. Así de bello y así de misterioso. Era el paraíso. Probablemente porque cómo dijo Dovstoievski habíamos decidido hacer de la tierra el edén y lo habíamos conseguido...

El eterno retorno





Espera. Déjame un momento. Déjame pensar y hacerme a la idea. ¿Qué es lo que cambia?. Lo cambia todo, dijo ella mientras observaba el agua del embalse. No quería darse la vuelta. Prefería no verle por última vez. Sintió ganas de tirarse al agua, pero un torbellino de imágenes cargadas de eléctricas sensaciones le invadieron. Estaba paralizada. No quería pestañear por miedo a dejar de ver lo que estaba viendo.

Sitió nostalgia y un nudo al pensar que ya no se meterían juntos en la cama. No entrelazarían sus piernas. No sentiría esa incertidumbre, llena de agradable ingenuidad, al esperar un momento apasionado. Ni sentiría el ambiente caldeándose antes de que se produjera. No habría más excitación pensando en él. Tampoco más cosquilleos profundos y placenteros que la recorrían internamente cuando se besaban. Ni existirían más devorarse mutuamente. No existirían más marcas en su cuerpo que llevaban su firma. Ni escalofríos de placer al contemplarlas al día siguiente. No habría más mirarle mientras dormía. Ni despertares llenos de ternura, con sus cabezas pegadas y sus almas unidas. No  habría más sincronía en sus respiraciones cuando estuvieran bajo un mismo edredón. Ni la plenitud y la paz de sentirse cosida a él por un hilo invisible. Ya no había esperanza en que pudieran compartir sus vidas de un modo completo y ser muy felices por ello…

Cuando recuperó el aliento pensó que no había nada peor que el dolor del alma. No entendía como había gente que no creía en el alma, el alma se siente cuando está feliz y baila, y se siente cuando sufre, pensaba. La conocía bien. La experimentaba dentro de su persona, luego existía. Le resultaba difícil describir el dolor del alma. Era como un agujero y, aunque contradictorio, un nudo. Un aflojarse los músculos y sentir cual era realmente el peso de su existencia. Pero tenía que llegar el momento en que el dolor se desvaneciera, no sin mucho esfuerzo. Ella aún estaba lejos de eso, pensó. Aunque sacó algo positivo de todo eso y es que había aprendido a amar y que enfrentarse a la realidad siempre es positivo por mucho que doliera.

Por fin reunió fuerzas para girarse y, en el fondo, se alivió de que él ya no estuviera. ¿Qué puedo hacer?, pensó la joven. Y un rayo de luz la iluminó y vio con claridad la situación en la que estaba inmersa.

¿Qué se puede hacer para convivir con el hecho de que la mayor fuente de alegrías es también la fuente del dolor más profundo?. 
Nada, todo está en continuo movimiento. Es efímero. El misterio de la existencia y los ritmos que nos impone están fuera de nuestro alcance. Lo único que podemos hacer es disfrutar de los buenos momentos al máximo y saber cómo funciona nuestro complejo mental y emocional para poder hacer frente a los momentos malos. Sólo podemos aceptar que es así, aprender de nuestros errores, evolucionar  y estar preparados para  intentar hacer este viaje, emocionalmente arrollador, lo mejor posible,  con la única certeza de que nada podemos controlar.


Lo único que podemos hacer es conservar la esperanza de encontrar nuestro lugar en el mundo y hacer de la existencia algo placentero, y que compartida o no, nos haga crecer hasta el máximo de dónde podemos llegar.