Desde las entrañas del volcán

Desde las entrañas del volcán
Blog-experimento. Espacio onírico. Utopía en proceso de construcción. Soy comunicadora audiovisual, guionista, escritora, feminista, militante de lo colectivo, artista, activista, anticapitalista y hechicera de la revolución. Colaboro con varias publicaciones y me apunto a un bombardeo. Para propuestas amorosas y proyectos contacta conmigo: garcialopez.alejandra@gmail.com

jueves, 18 de diciembre de 2014

Después hablamos




La última vez que me dijiste después hablamos…
Le diste mi droga a otro para que me la diera porque tú no querías acercarte. 
Te escurriste durante casi todo el festival. Te busqué entre fantasmagóricas siluetas en los fumaderos;en todos los descansos; religiosamente.

La última vez que me dijiste después hablamos…
Pregunté por ti a cada cara conocida y acudí a dónde me decían con la falsa esperanza de que cuando te viera todo se iba a arreglar. 
Se truncó cualquier posibilidad de goce o disfrute aquel día; que era nuestro día. 
Te vi a través de la voz y la pose desgarrada de ella, disfrutando o al menos intentándolo, mientras yo arañaba mis entrañas y aguantaba el tipo. 

La última vez que me dijiste después hablamos…
Te escribí un par de veces sometiendo mi espíritu indómito, mendigando un poco de afecto. Qué asco.
Te encontré en medio de la pista y me acerqué a ti y tú evitaste mirarme hasta el último momento. 
Vi en tus ojos dos pozos negros, en el fondo estaba yo; de fango hasta el cuello. 

La última vez que me dijiste después hablamos…
Te ausculté e intenté robarte un beso, pero tu quitaste la cara; el infierno. 
Te pedí que por favor me dijeras algo y lo único que saqué fue después hablamos, después hablamos. 
Pero yo no quería hablar, sólo quería sentir-te, tocar-te, amar-te. 

La última vez que me dijiste después hablamos…
Te vi perderte entre la gente. Me sentí perdida y con los pies clavados en el suelo. No podía moverme. Intentaba sonreír. Ser agradable con mis compañeros. 
Intenté parecer decente, a pesar de sentir el insondable peso de la humillación sobre mis hombros. Delante de todos. Sin poder esconderme. 
Te esperé a la salida y te busqué fuera. Entre los coches, en el baño, en los bares.

La última vez que me dijiste después hablamos…
Nos volvimos a encontrar a las puertas del local, sólo te atrevías a dirigirme la palabra con tres putas sillas de metal por medio como si no quisieras contaminarte de algún mal sin remedio. 
Me dijiste que disfrutara de mis amigas y que después hablamos y te quedaste tranquila como si con haberlo dicho ya estuviera todo hecho, como si yo fuera capaz de hacerlo. 
Conservé cierta esperanza, pero esa que ya está putrefacta y moribunda, hasta que hablamos. 

La última vez que me dijiste después hablamos…
Al final hablamos y me dejaste en la calle, rompiste conmigo y me trasladaste la decisión que, antes de entrar en el inframundo, ya habías tomado. 
Me metiste en un taxi después de haberme apaleado con sentimientos como si tuvieras vergüenza de lo que habías causado. 
Y te fuiste de fiesta, y seguiste la fiesta. 

La próxima vez que me digas después hablamos…
Tendrá que ser la última vez, debería de serlo.

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