Relato escrito para Ruido Fanzine Independiente |
En las
profundidades del mar tembló la tierra. Explosiones de pasión ígnea se
esparcieron por el fondo. Corrieron a su ritmo, el de la creación. Impulsada
desde sus entrañas, asomó su rostro de volcán primigenio y se convirtió en
paraíso terrenal. Negra como ala de cuervo. Dura y escarpada, su piel dibujó
los perfiles que la convertirían en dimensión mistérica. Tres anillos de
energía líquida custodiaban su boca: labio mayor, labio menor y corona orgónica.
En su interior los latidos levantaron cuchillas de piedra que peinaron su monte,
acogiendo el mar de nubes que volvería a fecundarla. La selva absorbía la vida y de los árboles llovían gotas de
fértil alegría. Tierra salvaje, ardiente y abrupta, iluminada por la luz que
hacen las tinieblas más oscuras. En su corazón de fuego esconde un secreto que
late, sólo revelado a quienes tienen el valor de acercarse y beber su sangre. Su
lenguaje es el de los prodigios naturales, impregnados por su potencia. En la
lucha de los elementos, siempre gana ella.
Atlántida
era su nombre. Mujer como muchas otras, como África, América y Europa. Útero
misterioso rebosante de las aguas de la
vida. Recipiente mágico y transformador que cobija a las almas cuando penetran
en las fauces del infierno para la celebración. Isla que emergió de la grieta
originaria, bañada en libertad irreverente y de sensualidad exaltada. Tierra
subacuática abundante en frutales, plantas esotéricas y animales mitológicos
salvajes. Cuevas que servían de casas,
casas que eran cuevas habitadas por seres iguales. Ritos iniciáticos, vorágine de cuerpos que se
entremezclaban y trabajo que no era trabajo sino placer sublimado. Potencia
colectiva que no tenía límites. Mujeres y hombres que se entregaban al goce extático en fructífera convivencia. Miembros
de una sola tribu, dónde no había enemigos ni jerarquías ni matrimonios. En su
lugar, juego de cuerpos deseantes, amantes y pensantes, habitándola. Sexualidad
catártica que flotaba, bendecida por ella. Amor libre y liberador le
consagraban. Instintos que se celebraban y no eran castrados en sacrificio o
aniquilación. Festejos que enardecían los murmullos acuáticos y los convertían
en poesía. Arte, imaginario y símbolo seminal de todo lo cósmico. Continente en
miniatura preñado de flores negras de las que emanaba rojo vino. Vides de las
que brotaba leche y ambrosía color uva. La violencia allí no germinaba; la
única ley era que allí nadie dominaba. Fuego, frenesí y húmeda excitación que
palpitaba. Realidad arquetípica de la que la humanidad no ha podido dejar de
hablar.
Pero esos tiempos de armonía fueron
borrados del tiempo por el deseo ciego de los dioses celestes que habitaban en
el Olimpo. Entre todos decidieron enviar al dios ecuestre, el guerrero Poseidón
quién, acompañado por un ejército de caballos con falos en lugar de cabezas,
surcó los cielos e invadió la isla. Guiados por él, los seres fálicos con sus
trotes, provocaron un gran terremoto que resquebrajó la isla. Cuando se
sintieron cerca de la victoria, las ciegas cabezas de aquellos animales
eyacularon todas a la vez, formando un gran diluvio y estableciendo su dominio
sobre la tierra materna. Sin embargo, desde el fondo de las aguas, puertas al
otro mundo, nos llega un canto profético:
Volveré a emerger como hice
en tiempos originales porque soy la raíz
de todas las cosas. La fuente y el vientre que engendra, de la que todo nace,
en la que todo florece y a la que todo, después de morir, regresa. Soy la Diosa
única y primigenia que habita en el gran océano nocturno e inconsciente. Reina
de los vivos y los muertos porque en mi flujo y mi reflujo me celebran y se
complacen. Cazadora de estrellas del firmamento acuático en el que reposan
deidades y bestias. Recipiente sagrado e infierno submarino; acojo en mi seno
todo lo que está dormido y se rebela. Soy la que mora en oquedades y grietas;
el éxtasis y el delirio místico que alimentó a vuestros antepasados. Gruta nocturna,
sibila subterránea y señora de las lagunas. Soy la existencia exaltada,
embriagada y entusiasmada; la hechicera,
la elevación preñada de maná que puede dar y arrebatar. Mi rostro es el de todos los rostros de éste
mundo y del otro. Estoy en todas partes, dónde la vida y la muerte se
manifiestan en espectáculo incesante. Y mientras sigan diciendo que he fenecido,
yo seguiré diciendo que estoy en las profundidades abisales. Latente, pero viva,
desperezándome. Y juro que devoraré y ahogaré en mi vientre, siempre líquido, a
los que han tratado de extinguirme y también a los demás. Pero no para fulminar
sino para transformar. Porque soy la Madre; brebaje mágico, licor embriagador, elixir
de unión. Soy el agua misteriosa que fluye fuera y dentro de cada uno de vosotros.
“Quién
tenga sed, que se acerque; el que quiera, coja de balde agua viva” Ap. 22:17
Recomiendo ver el nº 22 de Ruido, cuya temática era el agua y en el que hemos colaborado numerosos creadores canarios.
Recomiendo ver el nº 22 de Ruido, cuya temática era el agua y en el que hemos colaborado numerosos creadores canarios.
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