El origen del mundo, Gustave Courbet. |
Venerable oquedad, fecundadora de dioses y hombres, incisión profunda que no tiene límites. Bienaventurada centelleante y eliminadora de las preocupaciones, resplandeciente durante la noche y rosácea durante el día, deidad o deimón según quién te contemple. Escúchanos, admirada benefactora que gozas de alma eterna, tú que estás adornada por áureos labios, hay quién dice que hasta dientes, y un exuberante clítoris que te corona, fuente de energía orgónica. Protégenos, oráculo de placer y origen del mundo, porque en tus paredes cavernosas escondes el misterio que hace perder el control a los hombres y conviertes a las mujeres en sacerdotisas y cazadoras. Oh, subterránea afectuosa y guardiana de los deleites más profundos, hechízanos con tus estallidos libidinosos, tú que avivas las pulsiones más oscuras y, como las estaciones, cambias de temperatura. Fuente sagrada que te enardeces frente a las caricias y te tornas líquida con las lenguas de fuego que saben adorarte como sólo tú te mereces, redondeada Madre de la Naturaleza, a quién muchos han castigado y esquilado por tu inclinación a la belleza. Fuente y raíz indestructible que engendras en tu sangre nueva vida, idolatrada poderosa y sustento fértil del mundo. Escúchanos ahora, y olvida a los que han tratado de acallar tu voz perenne, y ocultarte bajo el erecto pene. Nutridora de los frutos, maná y gruta sempiterna de húmedas estrellas, tú que has vivido la calumnia, la represión y la furia cuando eras cercenada por malas bestias. Ven, afortunada envolvente, inspiración danzante de los delirios báquicos, acógenos en tu cripta, deléitanos con tus cantos, báñanos en tus fluidos y derrámate libremente en nuestras almas. Nosotras te invocamos a ti, de ánimo fuerte y femenino, para que impongas tu profundidad, corrompas a los pusilánime de espíritus y destruyas el orden que ahora rige.
Engúllenos para siempre, Vagina sagrada y poderosa que portas la antorcha, celebérrima devoradora.
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