Mundo civilizado, dorado, ordenado, capitalizado. Lo que oro parece, inframundo es. Desastres y desgracias normalizadas, arraigadas, apariencias vacuas, sonrisas frustradas. Espacio fronterizo, castrado, alienado, corrupto y desvirtuado.
El inframundo no es algo que llegará. Ya está aquí. Vivimos en él día tras día; lo pisamos y lo llenamos. Lo conformamos con cada una de nuestras acciones y todas nuestras decisiones, inconscientes o razonadas. Todos juntos, sí.
Sufrirlo es prácticamente inevitable. La vida mancha. Manchamos y nos mancha. Pero hay algo que se puede hacer. Hay vías para sobrevolarlo como estado transitorio de conciencia si es lo que queremos...
Una de ellas es la vía rápida y cómoda, la que elige la mayoría. Resignarse, aceptarlo como parte de él hasta que dejemos de verlo, de sentirlo, de juzgarlo. Mímesis.
La segunda es arriesgada y exige reflexión y esfuerzo constante... Indagar, penetrar, discernir, no conformarse...saber quién y qué en medio de los vapores lisérgicos del inframundo no lo es y otorgarle importancia, hacerle un hueco, nutrirlo y cuidarlo, mientras vivamos...Diégesis.
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